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Los Sacrificios Humanos

Foto del escritor: Tonatiuh XokoyotzinTonatiuh Xokoyotzin


Los sacrificios humanos (del latín sacrificĭum, ("sacrum" + "facere"), significa hacer las cosas sagradas, actos de honra, entrega, a una divinidad) eran la ofrenda de un ser humano a una deidad en señal de homenaje o expiación. En sentido amplio, es toda muerte ritual de una o muchas personas a manos de un tercero o de una institución. Los sacrificios humanos fueron practicados en muchas culturas antiguas. Se mataba a las víctimas ritualmente de una forma que pretendía apaciguar o halagar a los dioses.

Los sacrificios humanos fueron practicados en las religiones celtas de la Edad de Bronce y en los rituales relacionados con la adoración de los dioses en Escandinavia. Para los habitantes de la antigua Cartago, enemiga sempiterna de Roma, el sacrificio de infantes recién nacidos era también una manera de aplacar a sus dioses.

La Biblia contiene también un relato sobre el intento de sacrificio de su hijo Isaac que Dios le pide a Abraham, siendo luego detenido por Dios mismo, al superar la prueba de fe.

Sacrificios humanos en Antiguo Testamento de La Biblia

La Biblia condena los sacrificios humanos repetidas veces en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 12,31; Deut. 18,10; Jeremías 7,31) en contraste con los dioses cananeos (Levítico), y no se limita solo a prohibirlo por ser culto a dioses ajenos, sino que lo prohíbe también cuando el sacrificio es para él (Deuteronomio). De hecho, las referencias a los sacrificios humanos a otros dioses responden más al deseo de subrayar la perversión de quienes los adoran, pues de lo contrario se habría condenado simplemente la idolatría, como se hace otras veces.[cita requerida]

El mismo Antiguo Testamento contiene un relato acerca de un sacrificio humano no consumado, cuando Dios ordena a Abraham ofrecerle en sacrificio a su hijo Isaac en un monte ceremonial (Génesis). Abraham se dirigió con Isaac hasta el monte sin decirle que él sería el sacrificado y luego de que este juntara la leña para el holocausto lo ató, lo puso sobre el altar y se dispuso a degollarlo con un cuchillo. En ese instante fue detenido por Dios quien le dice que no mate a su hijo porque «ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único».

Otro ejemplo de sacrificio humano en el Antiguo Testamento es el de la hija de Jefté. Jefté promete a Dios sacrificar en su honor, ofreciéndole la vida del primero salga a recibirle a su regreso si le ayuda a vencer a los amonitas (Jueces 11:31). Al regresar victorioso es su propia hija la que sale a recibirle y Jefté cumple su promesa de sacrificio a Yahve.(Jueces 11:39). El protagonista Jefté no es mostrado positivamente en el relato, sino como alguien impetuoso, que en otra acalorada respuesta en el capítulo siguiente provocó una guerra civil (Jueces 12:3-4).

Algunos estudiosos afirman que el sacrificio solo era simbólico y realmente significaba que ella solamente sería apartada para servir en un tabernáculo (Éxodo) y no privarla de la vida tal como lo hacían los cananeos a sus dioses (Levítico); así, ella habría llorado su virginidad y no su muerte. Sin embargo, en un pasaje del Antiguo Testamento (Números) Dios le pide a Moisés que ejecute a todos los jefes del pueblo ante él, para que su ira sobre Israel se apacigüe.

En el islam, de acuerdo con el relato que hace el Corán, es Ismael el heredero de Abraham y fue a él a quien estuvo a punto de sacrificar. La enseñanza del sacrificio del primogénito es considerada una imagen que habla acerca de entregar lo más preciado por amor y obediencia a Dios.

Algunos estudiosos1​ consideran como un acto de complacer la voluntad de Dios, y por lo tanto una forma de sacrificios humanos, la práctica mencionada varias veces en el Antiguo Testamento de cumplir la orden de Dios de matar a todos los habitantes de una ciudad, o variantes de la misma, como matar a todos los seres humanos pero no los animales, o solo los humanos, o solo los adultos. Al Rey Saúl se le quitó su reino por no cumplir esos procedimientos ordenados por Dios, entre otros actos de desobediencia. No obstante en algunas ocasiones conservaban a las mujeres vírgenes como botín de guerra o para poder tomarlas en matrimonio. Con el paso del tiempo los antiguos habitantes del reino norteño de Samaria se volverían al culto de los dioses fenicios llegando algunos, tal como fue el caso del rey Manasés, a sacrificar a sus hijos mediante fuego a Baal (2 Crónicas). En otros pasajes se sugiere que el pueblo judío ha confundido algunas instrucciones de Dios por el contacto con otros pueblos, llegando a negar que instrucciones atribuidas en Dios, incluso los complicados rituales que rodeaban a los sacrificios de animales en libros como el Levítico y el Deuteronomio, sean de origen completamente divino (Ez 20,24-26; Is 1,12; Os 8,13; Os 6,6)2

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